En el círculo en que me desenvuelvo, puedo dar fe de que me relaciono con personas preparadas, profesionales supercapacitadas, con doctorados, y la mayoría cuenta con más de una maestría. Estamos en el mundo del conocimiento. Las exigencias de las capacidades de cuánto se sabe y maneja un tema está a la orden del día, y la competencia es cada vez más fuerte. El saber está en todos lados y hay planes de estudios, financiamientos, préstamos, becas. Ahora más que nunca hay más oportunidades para prepararnos y capacitarnos en nuestras áreas profesionales.
Sin embargo, los conocimientos y las capacidades profesionales no se traducen en una mejor calidad humana. He visto que la gente, mientras más títulos tiene es más hostil, egoísta, cerrada y con una capacidad mínima de manejar sus emociones. Un gran intelecto, pero en la forma de cómo se relacionan quedan cortos. Entonces, ¿qué es más importante lo intelectual o lo emocional?
Conozco personas que se graduaron en la universidad magna cum laude, pero se comportan como si nunca hubieran pisado un centro de estudio. El experto Daniel Goleman dice que la inteligencia emocional es dos veces más importante que las destrezas técnicas o el coeficiente intelectual para determinar el desempeño. Dice que la inteligencia emocional está vinculada a las aptitudes que implican habilidad de gestionar y regular las emociones en uno(a) mismo(a) y en los demás, y que a la vez pronostican un rendimiento superior en el entorno laboral.
Me llamó la atención que Goleman dice, y estoy de acuerdo en que cada vez resulta más evidente, que lo que realmente importa a la hora de obtener un rendimiento superior en los puestos de dirección y en los líderes de las grandes empresas no son sus currículos y su coeficiente intelectual, sino la manera en que se relacionan consigo mismo y con los demás.
Estudios han demostrado que algunos colaboradores y colaboradoras de empresas que fracasaban tenían, casi siempre, gran pericia y alto coeficiente intelectual; sin embargo, en casi todos los casos, la debilidad que les impedía tener éxito estaba en su forma cómo trataban a los demás, su arrogancia, incapacidad de adaptarse a los cambios, no les gustaba cooperar y poseían un estilo “duro” de liderazgo. En la actualidad, en el mundo de los negocios, el sistema tradicional de dirección basado en la imposición de la autoridad “orden, control y castigo” han pasado de moda por la ineficiencia que produce en las empresas, es decir, las frases aquellas: “aquí mando yo”, “al que no le gusta mi forma de administrar ahí está la puerta, que se vaya”... es algo que ha quedado en el pasado, y es una total demostración de una persona desfasada.
En fin, como decía Piaget: “La inteligencia es lo que usas cuando no sabes qué hacer”.
Tomado de: http://www.listindiario.com/la-vida/2015/08/06/383119/la-universidad-le-paso-por-encima
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