Él casi siempre nos abandona. Pocas veces está junto a nosotros cuando hay algún abuso. Cual si temiera reprochar a los suyos, o tal vez porque piensa igual, solemos verle colocándose junto a la autoridad, esa que se traduce normalmente en irrespeto a los derechos humanos.
Por eso, porque el Estado con frecuencia nos da la espalda, ha tenido que sentarse en el banquillo de los acusados en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), un tribunal que ha hecho justicia en casos tan emblemáticos como el de Narciso González (Narcisazo) y el de Juan Almonte.
Pero hoy sólo hablamos de “soberanía” y de “haitianos”. Y aparecen parroquianos que celebran el rechazo a la adhesión a la CIDH como si fuera un gran triunfo de ese Estado que se empeña en hacer galas de su poder mientras, al mismo tiempo, logra quitarse de encima una corte que le reclama sus eternos desvaríos contra los ciudadanos. Lo grave es que sin el CIDH, que es la única puerta que podemos tocar frente a los abusos policiales y judiciales, los dominicanos quedaremos a la deriva. ¿Quién acaso nos va a defender cuando el Gobierno, como de costumbre, decida callar?
¿Dónde quién, por ejemplo, irán los niños que quedaron huérfanos en Baní después que agentes policiales vestidos de civil acabaran con la vida de sus padres? La justicia, la Policía y el Gobierno prácticamente ni se han inmutado frente al caso. ¿Alguien hará algo?
La justificación de muchos para celebrar que salgamos de la corte es que siempre fallan contra RD. Pero, ¿no hemos pensado que es porque somos culpables? Esta, más que una lucha Constitucional, parece ser por la impunidad.
Tomado de http://hoy.com.do/fuera-de-la-cidh-perderiamos-los-ciudadanos/
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